Hoy en facultad, es una materia que se llama neurobiología nos hicieron una propuesta muy linda, nos invitan a mirar 3 videos sobre distintas formas que se nos presenta de manera cotidianta la discapacidad. Elegí el video “El mundo es más duro cuando no está concebido para ti” plantea una reflexión profunda sobre las barreras que enfrentan las personas con discapacidad cuando los entornos no están diseñados desde la inclusión. A través de escenas de la vida cotidiana, como subir una escalera, cruzar una calle o asistir a clases, se pone en evidencia que, más allá de la discapacidad, lo que realmente limita es la falta de accesibilidad. El mensaje es claro: cuando el mundo no contempla la diversidad, se vuelve excluyente y hostil. El video invita a todos a repensar cómo diseñamos nuestros espacios, nuestras normas y nuestras actitudes.
Desde la perspectiva de las barreras que tenemos en el día a día si hablamos de discapacidad, trastornos o dificultades, elegí sin dudar el Trastorno del Espectro Autista (TEA)
Como ya lo habrán visto en muchos artículos, el Trastorno del Espectro Autista (TEA) es una condición del neurodesarrollo que afecta la comunicación, la interacción social y la conducta. Aunque cada niño con TEA es diferente, muchos comparten desafíos relacionados con la sobrecarga sensorial, las dificultades para comprender normas sociales implícitas y la necesidad de rutinas claras. Sin embargo, estas particularidades no son un obstáculo en sí mismas; el verdadero problema aparece cuando el entorno no las comprende ni se adapta a ellas. La inclusión de niños con TEA no depende de “normalizarlos”, sino de ampliar nuestras formas de enseñar, comunicar y convivir.
¿A qué problema nos enfrentamos?
Como mamá de un niño con TEA, he vivido en carne propia cómo la falta de comprensión y adaptación del entorno puede hacer que actividades simples se transformen en grandes desafíos. Recuerdo una ocasión en la escuela, durante un acto escolar, donde el volumen del micrófono era excesivo, las luces eran intermitentes y la expectativa era que todos los niños permanecieran quietos durante más de una hora. Para mi hijo, esa situación fue abrumadora: taparse los oídos, llorar, querer salir corriendo. Lo que para otros era una celebración, para él fue una experiencia dolorosa. Nadie pensó en adaptar el acto: no se ofreció un espacio alternativo, no se anticipó la actividad con apoyos visuales, ni se consideró la necesidad de regular estímulos sensoriales.
¿Cuál podría ser una solución alternativa?
La solución pasa por implementar ajustes razonables y estrategias inclusivas, como:
-Anticipar las actividades mediante apoyos visuales (pictogramas, agendas).
-Ofrecer espacios tranquilos o de retiro sensorial para quienes lo necesiten.
-Regular el volumen y las luces en eventos escolares.
-Capacitar a docentes y personal para que entiendan las características del TEA.
Estas medidas no solo permiten que el niño participe, sino que también lo protegen emocionalmente, evitando crisis o situaciones de estrés extremo.
¿Cómo afecta al sistema sensorial y conductual?
En muchos casos, el niño con TEA presenta una hipersensibilidad sensorial. Esto significa que estímulos que para otros son normales —como el sonido de un micrófono o las luces de un proyector— pueden resultar dolorosos, desorganizantes o aterradores. El sistema somatosensorial y auditivo se ve desbordado, lo cual desencadena respuestas de defensa: gritos, llanto, fuga, autoestimulación. Si no se comprende esta reacción como parte de su perfil neurológico, se suele interpretar erróneamente como “mala conducta”. La verdadera inclusión debe partir del conocimiento del perfil sensorial y conductual del niño, no de la exigencia de que se adapte a un entorno hostil.
Reflexionando sobre este artículo, desde mi punto de vista como mamá, ver este video me hizo pensar en mi hijo y en tantos niños que día a día enfrentan un mundo que no está diseñado para ellos. Un mundo que no les habla en su idioma, que los sobreestimula, que los etiqueta. Como madre, me duele. Como futura psicopedagoga, me compromete. No se trata solo de poner una rampa para quien no puede caminar, también se trata de crear entornos que hablen en múltiples lenguajes: el visual, el emocional, el sensorial. Porque la verdadera barrera no está en el niño, sino en un sistema que no escucha, no observa, no adapta. Mi deseo es que podamos construir una sociedad donde todos los niños, sin excepción, tengan derecho a pertenecer, aprender y ser felices. Y para eso, necesitamos concebir un mundo distinto: uno más amable, más empático y verdaderamente accesible.