Primera parte.
Antes del diagnóstico: cuando «pasa algo» pero ¿por dónde empiezo?.
Antes del diagnóstico no hay etiquetas, pero si hay sensaciones. Está ese famoso «algo»; algo que te hace mirar a tu hijo y pensar que no todo encaja con lo que te contaron que «debería» hacer a su edad.
Algo que te deja con la duda cuando lo llamás por su nombre y no responde.
Algo que cuando se obsesiona con una sola cosa, o se desarma en llanto por detalles que otros no registran. Aún recuerdo la obsesión de Fran por las letras de goma eva, era un abecedario que no había forma de que alguien se lo desordene, ni hablar de tocarlo o cambiar de orden las letras.
En ese «antes» sueles aparecer muchas voces alrededor que dicen: «es chico todvía, ya va a hablar», «vos sos muy sobreprotectora», «vos le haces todo y no dejas que él lo haga solo», «cada niño tiene su tiempo, no exageres».
Y como padres hacemos lo que podemos, entre esas frases y google a las 2 de la mañana.
El antes del diagnóstico está lleno de: preguntas sin responder, culpas que nadie te dio pero igual te las cargas y lo mas triste es esa sensación de estar sola, incluso rodeada de gente.
Nadie nos prepara para ese momento, no hay manual, solo un poco de intuición, cansancio y amor en bruto.
Sabemos como padres lo que fue ese momento, donde en ese consutorio el mundo se frenó.
Entre consultas, informes, palabras técnicas, test, gráficas y términos rarísimos para ese entonces y las palabras que no se olvidan más: «Tu hijo está dentro del espectro autista, no sabemos si está más acá o más allá porque justamente por eso le decimos espectro».
A veces lo dicen suave, a veces de manera más fría, a veces con una explicación larga, a veces casi corriendo. Pero para nosotros como padres, todo se reduce a un segundo: el segundo en que esas palabras se clavan adentro.
En ese momento pueden pasar muchas cosas a la vez, seguro te pasó: nos quedamos en blanco, escuchamos lo que te dicen, pero no retenemos nada, pensaste «¿y ahora que hacemos?», y no puede faltar la preguta «¿ qué hicimos mal?».
Hay quienes sienten tristeza, otras alivio porque al fin alguien le puso nombre a lo que sucedía. Muchas familias sentimos ambas cosas mezcladas, y está bien! No hay una reacción correcta, simplemente hay una reacción humana.
Hay algo muy importante que debemos de salvar en estos momentos, el diagnóstico no cambia a nuestros hijos. Sigue siendo el mismo que abrazamos antes de entrar al consultorio, lo que si cambia es el lente con el que vamos a empezar a mirarlo, entenderlo y acompañarlo de ahora en adelante.




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